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Un Déjà vu constante…

Por: Carmen Romero Cervero

 Después de casi cinco años viajando en el Beagle, en 1859 Darwin obsequió al mundo con su obra “El origen de las especies”; haciendo un resumen groseramente simplista de la misma, lo que el naturalista inglés nos transmitió fue que todas las especies que pueblan nuestro planeta, han evolucionado a través del tiempo y esa evolución ha ido provocando, en los sucesivos descendientes, variaciones genéticas que permitían a esos organismos evolucionar, a fin de  adaptarse al medio a través de la selección natural.

Cualquiera que esté en un Juzgado de Instrucción, está cansado de leer las transcripciones de las intervenciones telefónicas hechas a delincuentes; independientemente del tipo de delincuente, en esas intervenciones siempre nos encontramos mensajes encriptados (o eso es lo que piensan los interlocutores de las mismas) que son descifrados por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y, en último término, por los Jueces y Magistrados que día a día desempeñan sus funciones con los medios limitados que cuentan.

Esta que escribe hace ya más de quince años que dejó la Instrucción para dedicarse a otra jurisdicción pero leyendo las noticias de estos últimos días, en relación a intervenciones telefónicas y de otros dispositivos tecnológicos,  que cual serie de cualquier plataforma digital nos vamos desayunando diariamente, ve como, pese a la teoría de la evolución de Darwin, los presuntos delincuentes en este país, en lo que a comunicaciones telefónicas y telemáticas se refiere, siguen utilizando el mismo “lenguaje”.

Muchos de los que lean estas letras seguro que son muy jóvenes y no habrán vivido en primera persona todos los acontecimientos relativos a los GAL, allá por los años 80 del pasado siglo; oficialmente, nunca se llegó a saber quién fue el “señor X”. La CIA, en un informe del 84, parece que sí lo tiene claro.

Años después, en unos papeles, no se llegó a saber quien era “M. Rajoy”.

Pasan los años y como si viviéramos en el día de la marmota, ahora, en una investigación judicial nos hablan de “ el 1”; en esa misma investigación nos cuentan  que “lo amarillo está listo y el jueves sale para allá”, que uno de los implicados en “la película” es “el Gominas”, que, a su vez, en una app de mensajería se hacía llamar “Maverik”, que a otro le llamaban “el Grandullón”, que una joven era “Jessica 20 minutos” y que tres años de alquiler en uno de los magníficos edificios de la Plaza España de Madrid cuestan 90.000 euros.

La intención de estas líneas es reflexionar en alto en lo que a la delincuencia en este país se refiere -imagino que en los demás también, pero la que conozco de primera mano es la de este-; pese a la teoría de Darwin, nuestra delincuencia patria, en lo que a determinados personajes se refiere, no ha evolucionado nada, sigue utilizando los mismos clichés, los mismos mensajes encriptados que, a la primera de cambio, son descifrados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, sigue trapicheando de la misma manera que se ha hecho siempre, con la diferencia de que, algunos, ponen muchos ceros a cada una de sus aventuras, y, lo más triste de todo es que, cuando de personajes públicos se refiere, las miles de versiones sobre el mismo hecho que se nos dan son cada vez más insostenibles, demostrando que para algunos, la única salida es, como decía el primer forense con el que trabajé,  “intentar negar la evidencia”, con discursos huecos, cual de trileros se tratara, intentando dar explicaciones absurdas, incoherentes que demuestran su empeño en tratar de bobos a los destinatarios de sus explicaciones.

Vemos, pues, como en lo que a determinada delincuencia en este país se refiere, vivimos en un déjà vu constante, y que, en este punto, hay que darle una vuelta a la teoría de la evolución de Darwin, hay determinados delincuentes en este país que son una especie que no evoluciona, pese al cambio del hábitat, siguen en la misma línea y con las mismas tácticas, que parecen dar resultados ¿o no?.

Carmen Romero Cervero

Magistrada. Juzgado de lo contencioso-administrativo nº 2. Mérida